La sexta y última pieza que compone a este proyecto es un poncho hecho principalmente de mezclilla. Éste fue usado durante 6 meses, además de ser intervenido con materiales que se presentaron en mi paso al momento de producir, es decir con cloro, resina, grasa automotriz, mugre, polvo, porcelana, tintas, comida, aceites y agua estancada. Por lo que el poncho funciona a manera de registro del entorno y de los efectos que tendría el cuerpo si no vistiésemos a diario, al igual que un homeless; el registro de su existencia para quienes le vemos fuera de su contexto radica única y exclusivamente en su vestimenta, de la manera que lo hace una «segunda piel». El montaje de esta pieza es punto clave para su lectura ya que, al estar suspendido con una estructura interna, le da cierta ilusión de volumen interior similar a un cuerpo, aludiendo a la presencia de un ser “invisible”. El acercamiento a la pieza es restringido con el uso de las posibilidades del espacio expositivo. En este caso, el poncho se montó en el patio interno, pudiendo ser visto solamente desde la ventana que daba a éste, así́ como la mirada que se le tiene al indigente, una mirada desinteresada desde un lugar simbólicamente cómodo y «seguro». Este montaje busca poner al espectador, al igual que la pieza del video proyectado en el piso, en un estado de autocrítica y reposicionamiento, al verse enfrentado a lo que, en su cotidiano, le es pasajero y “normal”.
La última cita en la exposición corresponde a esta última pieza en conjunto a la de los cuerpos rotos de porcelana que, en realidad, es un extracto de las señaléticas que cuelgan en locales y negocios para enunciar y hacer saber, a sus consumidores y público en general que “no discriminan”:
En este establecimiento no se discrimina por motivos de raza, religión, orientación sexual, condición física o socioeconómica, ni por ningún motivo.
Prenda de mezclilla intervenida con substancias y productos corrosivos y registro de 6 meses sin ser lavado.
2016- 2017 © Claudia Uranga Alonso